JACA PIRINEOS, PARAISO DE MONTAÑA

ABENA

La arquitectura tradicional 

En el paseo por el pequeño casco urbano de Abena descubriremos interesantes ejemplos de la arquitectura tradicional de este territorio pirenaico. Un tipo de arquitectura a la que han recurrido sus gentes durante generaciones adaptándose a sus necesidades de vida y, sobre todo, el clima, el paisaje y a los materiales propios de su entorno.

La piedra es el material fundamental. Sobre todo trabajada en mampostería, es decir, dispuesta de forma irregular. Con esta técnica se formaban gruesas paredes de hasta 60 centímetros de anchura, las cuales están abiertas por pequeñas ventanas y grandes arcos de entrada. Para estos elementos también se recurre a piedra pero en este caso bien trabajada y escuadrada.

Para rematar la construcción, ya fuera una vivienda, un granero o un paja, se recurría de nuevo a la piedra. En forma de losas se dispone sobre una estructura de madera a dos aguas para permitir el desagüe del agua de lluvia y el deshielo de la nieve.

La iglesia parroquial de San Miguel Arcángel y sus retablos 

Le iglesia de Abena, que aún conserva el cementerio en unos de sus laterales, es una construcción de piedra bien escuadrada con la que se levantó su sencilla torre campanario. Sin duda, lo más atractivo de este templo del siglo XVIII, lo podremos ver si tenernos oportunidad de acceder a su interior. Bajo su espléndida bóveda poligonal se conservan un conjunto de retablos barrocos de gran calidad artística realizados por el escultor Juan Francisco de Ubalde. El retablo mayor, ubicado en el presbiterio, fue realizado en torno a 1757. Está dedicado a la advocación de la iglesia – San Miguel Arcángel – el cual aparece, ataviado de guerrero, en el centro de la obra. A su lado le acompañan sendas esculturas de los otros dos arcángeles, San Gabriel y San Rafael. Le estructura y la dorada ornamentación del retablo son de gran riqueza decorativa y sus esculturas de estilo fino y delicado, todo ello propio del gusto rococó.

Unos años más tarde, hacia 1770, a este mismo artista se le encargó un pequeño retablo dedicado al Santo Cristo. Igualmente es una obra de madera dorada y policromada en cuya parte central aparece, en una hornacina, Cristo crucificado junto a las imágenes de San Juan y la Virgen.