LAS MURALLAS DE JACA
Con el renacimiento urbano acontecido durante el reinado de Sancho Ramírez (1063-1094), la ciudad se vio en la necesidad de acotar el espacio donde se aplicarían los beneficios jurídicos y fiscales que otorgaba el Fuero de Jaca (1077), y de construir un nuevo sistema defensivo. De manera que es muy probable que en el último cuarto del siglo XI comenzara o estuviera ya en pleno auge la construcción de la muralla. Una defensa que, tras el fuerte impulso dado por Ramiro II (1134-1157), terminó de cerrarse a mediados del siglo XII. A su construcción y mantenimiento contribuyeron reyes y ciudadanos de toda condición y clase social, tanto de la ciudad como de los pueblos de los alrededores; entre ellos, jurados, obispos, cabildo, burgueses y judíos. Ahora bien, en el día a día, las necesarias reparaciones, muy numerosas, fueron siempre responsabilidad del Concejo de la ciudad, pendiente en todo momento de recaudar fondos tal como quedó reflejado en los célebres “Establimentz”.
A la par que aumentaba el número de casas, calles y habitantes, aumentaba el número de puertas de la muralla, que, además, fueron cambiando su nombre, o añadiendo, al ya tradicional, otro que las relacionaba con algún nuevo uso o edificio. Tradicionalmente se conocieron seis portales o puertas. Las cuatro primeras y más importantes fueron: la de San Ginés o Portal de las Monjas, la de los Baños o Portal del Viernes de Mayo, la de los Molinos o Portal de San Francisco y la de San Pedro o Portal de Francia, que se abrieron entre los últimos años del s. XI y los primeros del s. XII. La de San Jaime o Portal de los Estudios, a finales del s. XII y la definitiva Puerta Nueva, a finales del s. XIII o principios del s. XIV. Se añadieron con posterioridad el Portal del Castillo o puerta de Santa Orosia, a principios del s. XVII, y la Puerta de Felipe III, en 1891.
Este recinto murado, que con escasas variaciones llegó hasta el siglo XX, tenía una longitud de 1.828,67 m y englobaba una superficie de 243.001,62 m2. Los muros, aceptablemente bien conservados hasta el reinado del emperador Carlos I, medían entre 8 y 9 m de altura y contaban con un grosor aproximado de 1,5 m. De sus lienzos almenados sobresalían cubos de muralla y torreones, de los que todavía se podían ver 23 a finales del s. XIX. El último torreón, el de las Monjas, fue derribado en 1935. El cometido de las murallas lo podemos calificar de altamente eficaz. No se tiene constancia de haber sido conquistadas por el enemigo en ningún momento, puesto que defendieron a los jacetanos de ataques, al menos en cinco ocasiones, a lo largo de la Edad Media: resistieron dos de García Ramírez de Navarra, dos de Carlos II “el Malo” de Navarra y uno del conde de Armagnac, ya a finales del siglo XV. Aunque mermado su papel defensivo por la construcción, en 1592, del Castillo de San Pedro (Ciudadela), la muralla jaquesa continuó prestando sus servicios hasta el 7 de enero de 1915, año en el que una Real Orden, firmada por el rey Alfonso XIII, autorizó su desmantelamiento de manera oficial. Así pues, a las murallas jacetanas no las tumbaron ni los cañones, ni las minas, ni el mal tiempo, ni la dejadez. Terminaron con la misma dignidad que aparecieron, pues reyes las mandaron construir y reyes las mandaron destruir. Hoy, los únicos restos que quedan en su lugar original son los vetustos lienzos que, por levante, flanquean a izquierda y derecha la entrada a Jaca por la calle Mayor, de forma especial los que cierran el Convento de las monjas benedictinas.
SABÍAS QUE…
- Como consecuencia del renacimiento urbano, entre el reinado de Sancho Ramírez (1063-1094) y el de Ramiro II (1134-1157) se construyó el recinto amurallado de la ciudad de Jaca. Contaba con torreones, el más importante el de la Moneda, y seis puertas, que llegaron a ser ocho en el siglo XIX. Esta muralla, que con escasas variaciones llegó hasta el siglo XX, tenía una longitud de 1.828,67 m y englobaba una superficie de 243.001,62 m2. Fue desmantelada como consecuencia de una Real Orden firmada por el rey Alfonso XIII, el 7 de enero de 1915. Hoy, los únicos restos conservados se encuentran en la parte oriental de la ciudad, junto al Convento de las monjas benedictinas.
- En 1887, a petición de los vecinos, el Consistorio estableció estrictas normas para el emplazamiento de los puestos y del ganado alrededor de la muralla. Desde entonces, los puestos de la feria de San Lucas se colocaron en el lugar más resguardado del viento y más soleado, en el tramo que discurría desde la Puerta Nueva a la del Estudio; el ganado mular, caballar y asnal, entre las puertas de San Pedro y la de Santa Orosia, tocando la muralla; el lanar y el cabrío (como se observa en la fotografía) desde la Puerta de Santa Orosia hasta la de San Francisco; el de cerda, en el camino de la Puerta de San Pedro a la Puerta Nueva y el vacuno, en el Campo del Toro y la Placeta de los Hortetes.
Las Puertas de las Murallas
1. Puerta de San Francisco, 2. Torreón del Seminario, 3. Puerta del Castillo, 4. Puerta de San Pedro, 5. Torreón de los Hortetes, 6. Torreón de los Hortetes, 7. Torreón de los Hortetes, 8. Torreón de Santa Orosia, 9. Puerta De Felipe III, 10. Torreón del Campo del Toro, 11. Torreón de Pedro López, 12. Torre de San Juan o Torre Alta, 13. Puerta Nueva, 14. Torreón de Cruzat o Torre Redonda, 15. Puerta de las Monjas, 16. Torreón de las Monjas o Torre Fuerte, 17. Torreón del Campaz o Gerundiella, 18. Puerta de los Estudios, 19. Torreón del Hospital, 20. Torreón del Castellar, 21. Torreón, 22. Puerta de los Baños, 23. Torreón de Chicote, 24. Torreón de La Misericordia, 25. Torreón de La Moneda o de San Francisco