El románico está considerado como el primer arte internacional a gran escala que ha dado la Historia del Arte, que se desarrolla desde principios del siglo XI hasta finales del siglo XII. Es precisamente durante este periodo cuando se produce el Nacimiento del Reino de Aragón, así como la reconquista y repoblación de la práctica totalidad de lo que hoy es la provincia de Huesca o Alto Aragón. Así pues el nacimiento y consolidación del románico y del Reino de Aragón, del que podemos situar como fecha clave la de 1077 en la que Jaca se convierte, de la mano del rey Sancho Ramírez, en Ciudad, primera Capital del Reino, Sede de los Obispos de Aragón y paso del Camino de Santiago, son simultáneos en el tiempo y en el espacio.

De ahí que el románico sea el estilo altoaragonés por excelencia, sin embargo dentro de este término global debemos establecer, en el arte románico de la Comarca de la Jacetania, una diferenciación entre, al menos dos estilos románicos: el románico lombardo y el románico pleno, identificado este último con el románico de Jaca y en especial con la Catedral de San Pedro.

El ROMÁNICO EN JACA

La etapa del románico pleno en La Jacetania, y en toda Europa en general, corresponde al momento en el que se construyen los templos que podríamos denominar ”arquetipos” del estilo románico, como sería, para nuestra comarca, la Catedral de San Pedro de Jaca.

Mandada construir por el rey Sancho Ramírez a partir de esa fecha de 1077 en la que Jaca se convierte en Capital del Reino de Aragón, su grandiosidad y sus novedades arquitectónicas y escultóricas, se dejarán sentir en todos los aspectos de los nuevos templos románicos rurales, por muy pequeños que sean.

Las principales características de este románico pleno son el uso de la piedra-sillar, bien escuadrada y de mayor tamaño que lo visto en el lombardo en el que se usaba el sillarejo, y el empleo sistemático de la escultura monumental, ambas utilizadas en la catedral.

Los siglos XI y XII representan la época de mayor esplendor de la ciudad y en la que se construyen la mayor parte de sus monumentos, aunque posteriormente muchos hayan sufrido modificaciones, como la Iglesia de Santiago, el Monasterio de las Benedictinas, la Ermita de la Victoria o la Ermita de Sarsa, ésta última representativa del románico rural del S.XII.

También es en época medieval cuando se construyen las murallas que rodearon la ciudad hasta principios del siglo XX, el asentamiento de la colonia judía formando el barrio de la judería o la construcción de los lavaderos y baños públicos o elementos, hoy visibles, como el Pozo del Rey.

El ROMÁNICO EN LA JACETANIA

La Comarca de la Jacetania es una de las pocas y privilegiadas zonas españolas en las que el caminante podrá disfrutar de magníficos ejemplares de arte románico lombardos, junto a otros del románico pleno en pocos metros de la misma localidad, como ocurre, en la bella localidad de Santa Cruz de la Serós con sus dos templos: San Caprasio (románico lombardo, principios del siglo XI) y Santa María (románico pleno de la segunda mitad del siglo XI).

Para conocer el arte románico de la Jacetania y de sus principales monumentos es preciso distinguir sus dos estilos bien diferenciados:

El Románico Lombardo (de finales del S.X hasta el año 1075) y el Románico Pleno (hasta mediados del S.XII).

El Románico Lombardo, que hunde sus raíces en la Lombardía (Italia) y cuyas características generales en Aragón son el uso del sillarejo (piedras de pequeño tamaño trabajadas a maza) y el aparejo homogéneo, como recuerdo al ladrillo, material habitualmente empleado en las construcciones de la región italiana.

Respecto a la decoración exterior de estos templos, que es lo primero que llama nuestra atención, es, que es de tipo arquitectónico y en ella está totalmente ausente la escultura, que sí veremos desarrollada en el románico pleno. Sus dos elementos más característicos son los frisos de arquillos ciegos, acompañados o no por frisos de esquinillas o dientes de la sierra, y las lesenas o bandas verticales. Arquillos y lesenas se emplean sistemáticamente para articular los ábsides y con menos frecuencia en los muros laterales. Con tan sencillos elementos los maestros lombardos consiguieron crear sorprendentes efectos de claroscuro y aligerar los recios muros de piedra.

El tipo de decoración lombarda que acabamos de exponer, pervive en núcleos rurales de La Jacetania hasta bien entrado el siglo XII, de ahí, que en nuestra comarca, podamos contemplar algunos templos “híbridos”que mezclan las formas escultóricas típicas del románico jaqués, con la decoración lombarda, como por ejemplo las iglesias de San Adrián de Sasave, San Fructuoso de Barós, San Andrés de Asieso y Los Angeles de Binacua.

Y mención especial en este apartado dedicado al románico lombardo en La Jacetania, merecen las ábsides de tres iglesias parroquiales: San Juan Bautista de Banagüás, San Bartolomé de Larrosa de La Garcipollera y San Miguel de Lerés, cuyas cabeceras, realizadas a finales del siglo XI, presentan arquillos lombardos por encima de los cuales se dispone un friso de baquetones o rollos verticales al estilo de la decoración de las peculiares iglesias de la comarca hermana del Alto Gállego.

En cuanto al Románico Pleno, podemos hablar del momento de construcción de los grandes ejemplos del arte románico como La Catedral de Jaca, en la que se emplearan novedades arquitectónicas y escultóricas que servirán de ejemplo para nuevas construcciones o para templos preexistentes que serán remozados para adaptarse a la nueva estética que triunfaba en la corte jaquesa y que se dejarán sentir en los nuevos templos rurales, por muy pequeños que sean Aragón se ha convertido ya en un país seguro, con unas fronteras bien guardadas y empezó a experimentar un auge económico, por lo que se crearon nuevos núcleos de población que requerían nuevos templos, que se construirán ya en románico o, incluso, en algunos casos como la pequeña ermita de Santiago de Ruesta o el magnífico ejemplar de Santa María de Iguácel.

Junto al avance de la Reconquista y la bonanza económica de Aragón, la difusión del nuevo estilo románico debe mucho a la labor de los monjes benedictinos que, aliados con el rey, fundarán nuevos monasterios en los que se impondrá la Regla Benedictina y la Liturgia Romana sustituyendo a las tradiciones nacionales. Así, por ejemplo, la Iglesia Alta del Monasterio de San Juan de la Peña acogerá en el año 1071 y por primera vez en España, una celebración litúrgica bajo el rito romano, sellando la alianza de Sancho Ramírez con el Papado.

También será muy importante en la difusión y consolidación del románico pleno, el propio Camino de Santiago, por el que marchaban no sólo peregrinos, sino también compañías itinerantes de maestros arquitectos, escultores, pintores, orfebres…, que llevarán las novedades del estilo jaqués a toda la comarca.

Las dos características más universales de este románico pleno son el uso de la piedra sillar de mayor tamaño que lo visto en el lombardo, (aunque en los templos rurales se siga utilizando el sillarejo para los muros laterales y sólo el ábside y la portada se realicen con sillares de gran tamaño), y el empleo sistemático de la escultura monumental, aunque ésta se reduzca a un simple crismón sobre la puerta de entrada en los más modestos templos rurales, caso de la Iglesia parroquial de San Pedro de Caniás o la de Esteban de Ipas.

La pintura, (un templo románico no estaba completamente terminado hasta que sus muros no estuvieran totalmente cubiertos por pinturas) y la escultura, aparecen desde el románico pleno ligadas a la arquitectura de las iglesias y de los claustros monásticos (en capiteles de las columnas, tímpanos, crismones de las portadas…), pero no con un afán simplemente decorativo, sino que a él se unía una clara intención de actuar sobre las almas de los fieles haciéndoles tomar el buen camino.

Se trataba de representar con imágenes toda la Historia de la Salvación y los grandes dogmas de la Fe de la Iglesia, de forma que las gentes que no sabían leer lo comprendieran, convirtiendo así a los templos en la Biblia de los iletrados como defendía San Gregorio Magno.

Al margen de las grandes construcciones del románico pleno, de los que hay excelentes ejemplares en la Comarca de la Jacetania, Catedral de Jaca, los Monasterios de San Juan de la Peña, San Adrián de Sasabe, San Pedro de Siresa y Santa Maria de Santa Cruz de la Serós, la parroquial de San Salvador de Majones o la ermita de Santa Maria de Iguácel, existen también en nuestro territorio un gran número de muy bellos ejemplares de lo que podríamos denominar románico, rural. Son iglesias parroquiales o ermitas de pequeño tamaño (porque el románico supo adaptarse a las necesidades de cada población), generalmente de una sola nave cubierta por techumbre de madera, siempre orientadas al Este, con bellos ábsides cubiertos por bóvedas de cuarto de esfera, y herederas de la decoración escultórica de su “hermana mayor”,La Seo de Jaca, de la que tomarán motivos como el ajedrezado o taqueado jaqués (tanto en los interiores: ermita de la Virgen del Rosario de Osia, como exteriores, ábside de la Iglesia Parroquial de San Miguel Arcángel de Alastruey) o en los tímpanos con crismones (Iglesia parroquial de la Asunción de Nuestra Señora de Navasa). Pero, ahora bien, en muchos de estos ejemplares del Románico rural sólo conservamos de época románica los ábsides y con suerte, las portadas, porque el “cuerpo “de la iglesia sufrió importantes modificaciones y ampliaciones a lo largo de los siglos XVI y XVII, respondiendo a las nuevas necesidades litúrgicas, el crecimiento demográfico y los gustos estéticos renacentistas, entre otros muchos ,La Iglesia Parroquial de San Andrés de Abay, la de San Pedro Apóstol de Arbués o la de San Esteban Protomártir de Sigüés.

Como el visitante podrá contemplar al acercarse a los templos románicos de la comarca de la Jacetania, sean grandes como pequeños, los artífices románicos levantaban sus edificios para cubrir las necesidades de las pequeñas aldeas con obras que cumplían una función de cohesión social, y además iban dotadas de una espiritualidad y un estilo propio que difícilmente se verán en los estilos arquitectónicos sucesivos.

Los templos románicos en los siglos altomedievales se convirtieron en un elemento de cohesión social y en un motivo de “orgullo” para todos los pequeños núcleos de población, que deseaban que sus iglesias se construyeran ya, a la nueva moda románica.

En aquel Reino de Aragón en el que los núcleos urbanos iban surgiendo a medida que avanzaba la reconquista hacia Huesca, los monasterios, catedrales e iglesias parroquiales del Alto Aragón eran los únicos centros estables y seguros (muchas torres de las iglesias tenían un carácter defensivo) y alrededor de los cuales se desarrollará toda la vida del pueblo, su cultura y su espiritualidad.

Muchas de estas poblaciones de origen medieval quedaron abandonadas, pero sus iglesias parroquiales, convertidas hoy en ermitas, son el único testigo que nos queda para poder conocer el pasado de nuestra comarca de la Jacetania, como ocurre con la iglesia Parroquial de San Vicente Mártir de Aruej, la ermita de Nuestra Señora de Trujillo o Atrosillo de Castiello de Jaca la ermita de San Clemente de Botaya …etc.